jueves, 22 de marzo de 2012

Asedio Digital (I)


Haxor suspiró. No estaba nerviosa aunque si inquieta, sabía que se trataba por la emoción de la batalla que llevaba semanas preparando. Aquél era el día en que triunfaría convirtiéndose en una leyenda o fracasaría arrastrando en su caída a todos los demás.

Se tomó las cosas con calma. Se terminó su café, bien cargado. Cogió el termo de dos litros donde había más café. Aquél líquido negro y espeso sería todo lo que necesitaba para apoyarse en su ataque y mantenerse en plenas facultades. Aquél día no tuvo que fingir que prefería el café amargo, como hacía normalmente. En aquél termo es café era increíblemente dulce, que era como en realidad le gustaba.

Habitualmente fingía que prefería el café amargo para evitar que se rieran de ella, pensaba que el tener que endulzarlo sería percibido por los demás como un signo de debilidad y ella no podía permitírselos. Era la maga más joven de las islas, contaba con apenas 15 años y todos la trataban siempre como una niña. Sólo Miles y Dís la habían considerado siempre una igual. Había necesitado de su ingenio y de su astucia para ganarse el respeto de los otros magos, para atemorizarlos y mantenerse a salvo.

La novata aun no lo había vivido, no había sentido la angustia de perder a todos los que querías por culpa de la tecnocracia. No había vivido la humillación de la derrota y el exilio. Tampoco había sentido sobre sí las miradas condescendientes y compasivas de los que la rodeaban, como si fuera una simple niña desamparada y sin recursos.

No, ella era una Tecnomante, su reino eran los ordenadores y su familia los Adeptos. No era una niñita desamparada que necesitara protección de los adultos. Había llegado el día en que les demostraría a todos que era una maga perfectamente capaz de tomar sus decisiones y de llevarlas a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Preparó también varias bolsas de palomitas, que metió en un bol de cristal enorme, y las inundó de queso mantecoso. Había tomado esa costumbre desde que lo viera en una película americana de serie b. El día anterior también había comprado chocolatinas y patatilla y las había metido en una bolsa. Cogió el termo, la bolsa y el bol.

Suspiró de nuevo mientras subía las escaleras. Elsa, la tecnócrata, estaba atada en una habitación con la puerta abierta. Sus miradas se cruzaron. Estaba en una silla, golpeada, agotada y hambrienta. Dís había cumplido con su función haciendo que pareciera haber sido torturada durante semanas. A regañadientes Haxor admitió para sí que la tecnócrata había demostrado una resistencia y una entereza admirables. Se había ganado su respeto y en señal del mismo la saludó con una leve inclinación de cabeza. Elsa sonrió y correspondió con otra inclinación, igualmente leve, de cabeza.

Cuando se sentó ante el ordenador aun faltaban cinco minutos para que diera comienzo el ataque. Repartió las provisiones a su alrededor, catando las palomitas puso el bol sobre uno de sus servidores para que se mantuvieran calientes y las chocolatinas las colocó en el rincón más fresco que encontró.

Escribió un e-mail a Random Bug, quizás el único amigo que tenía a parte de Dís y de Miles. Le envió su biblioteca particular, convenientemente encriptada en diferentes grados de dificultad para que tuviera que esforzarse para desvelar los secretos que ocultaban todos aquellos archivos.

Antes de empezar el ataque hizo una última comprobación de los sistemas de autodestrucción que había instalado en todos sus ordenadores y demás aparatos. El ácido haría que intentar recuperar los discos duros o los CD fuera una absurdidad. Pero el ácido no correría hasta que ella le diera la señal, necesitaba de toda la potencia de sus máquinas para estar al cien por cien cuando iniciara el asalto.

Ajustó las tres pantallas que usaba durante la última comprobación y se acomodó en su silla. Sentada en la posición del loto suspiró una última vez antes de apretar el botón “enter”. Durante toda aquella operación no iba a entrar “físicamente” en la telaraña digital ya que sería muy peligroso una vez los tecnócratas detectaran el ataque y activaran sus defensas y sus rastreadores la buscaran. Iba a tener que hacer todo aquello desde las limitaciones de su cuerpo físico y el teclado desgastado.

La primera fase era sencilla, había investigado todos los posibles exploit de las defensas y de los sistemas tecnocráticos de la isla durante meses y se había preparado a conciencia. Paso a paso desvió o paralizó todas las comunicaciones informáticas de la tecnocracia. Cortó sus líneas telefónicas y pirateó el sistema de seguridad. No contenta con ello tomó el control, simultáneamente, de todos los edificios de las diferentes construcciones de los tecnomantes.

En apenas unos segundos se había adueñado de la mayoría de sistemas y, aprovechando nuevas puertas traseras que iba encontrando, había iniciado la copia y descarga de archivos para reenviarlos a varios Adeptos para que pudieran aprovecharlos para atacar a la Tecnocracia en el futuro y, además, dieran fe de su audacia. Cortó la corriente de todo aquello que no necesitara encendido en sus edificios. En otros casos sobrecargó la red en algunos puntos para quemar los circuitos. Se dedicó a causar todos los problemas que pudo dentro y fuera de la red.

 La principal ventaja que tenía la Tecnocracia contra las tradiciones era su tecnología. Esa ventaja quedaba anulada completamente contra los Adeptos ya que ellos habían hecho los diseños originales de muchas cosas que la Tecnocracia seguía utilizando. Ellos, los Adeptos, eran los únicos cuya tecnología avanzaba a la misma velocidad y nivel que la de la tecnocracia.

Como era de esperar las alarmas y defensas de los tecnócratas saltaron casi inmediatamente y la ventaja de la sorpresa que tenía no duraría mucho. Haxor necesitaba ganar todo el tiempo que pudiera mientras la parte principal de su misión no se veía cumplida. La complicación de aquél ataque no residía en entretener a los tecnócratas para que no pudieran prestar ayuda a las capillas corruptas, la dificultad radicaba en el hecho de que mientras los entretenía tenía que encontrar todas las pruebas posibles de la corrupción de la propia Tecnocracia isleña y la enviaba a cualquier construcción tecnócrata del continente.

No le gustó la rápida reacción de los tecnócratas continentales, aunque era de esperar. Todas las construcciones de la tecnocracia compartían un flujo constante de información. Eran como grandes nodos enlazados los unos con los otros. Haxor había cortado ese flujo entre las islas y el resto del mundo y era evidente que buscarían el motivo, aunque había esperado que creyeran que había un fallo técnico y tardaran más en enterarse de que se trataba de un ataque.

Ahora tenía que defenderse de todo el mundo, literalmente, y había pocas cosas más testarudas que un montón de tecnócratas cabreados. Por suerte Haxor era una de esas cosas. Había creado un flujo constante de información que mantenía informados a muchos Adeptos en tiempo real de los avances de su ataque. Se había asegurado de que todo aquello no pasara desapercibido.

Tenía infinidad de ventanas abiertas que ocupaban hasta el último píxel de las pantallas. Saltaba de una a otra comprobando todos los procesos abiertos, corrigiendo o modificando todo lo que fuera necesario y buscando cualquier elemento extraño o ajeno en sus propios equipos.

Mientras hacía todo eso engullía sin parar patatilla y palomitas, las chocolatinas las reservaba para cuando se estresara. El café también había empezado a bajar y se maldijo al haberse olvidado de subir refrescos, probablemente terminara pasando sed y trabajar con sed la irritaba. El teclado estaba sucio por el aceite de todas aquellas cosas que estaba comiendo.

4 comentarios:

  1. Hay algún mago de los Huecos en tus relatos? Oô

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  2. Hubo uno en el especial de Haloween, pero en general no han aparecido... aún xD

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  3. Por?

    (no me deja editar el comentario, por eso doble posteo)

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  4. Me recuerda a la película Hakers, XD

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