lunes, 2 de abril de 2012

Asedio digital (y II)


Los minutos corrían y con cada uno de ellos se acrecentaba su gesta. Se defendía ella sola de cada vez más tecnócratas. Seguía siendo la que atacaba, seguía manteniendo bloqueados y aislados los sistemas de la tecnocracia isleña pese a los esfuerzos de dentro y de fuera de la isla.

Sabía que le quedaba poco tiempo, sus adversarios estaban superando todas las defensas. La principal de ellas, por su sencillez y efectividad, consistía en usar un gran número de ordenadores esparcidos por todo el mundo a modo de pantalla de humo. Ocultaban así el rastro de sus operaciones y le hacían ganar tiempo, pero ése tiempo se estaba acabando.

Empezó a teclear febrilmente, necesitaba más tiempo ya que bastaba con que la localizaran para que terminara su aventura. Se puso música para evadirse de todo lo demás y poder concentrarse. Tenía listas de canciones específicas para ello, puestas a todo volumen. En ocasiones cerraba los ojos sin necesidad de comprobar que la redacción fuera correcta. Tantas horas había dedicado a aquello y tal era su dominio que en muy raras ocasiones cometía errores de sintaxis.

Toda la música que escuchaba era de por sí rápida y potente, llenaba todo el espacio y hacía que las paredes retumbaran. Sonrió aun sin abrir los ojos mientras bailaba sentada y seguía escribiendo sin parar.
El pitido de que algo iba mal la forzó a mirar de nuevo sus pantallas. Apretó los dientes sin dejar de bailar y combatió la incursión tecnócrata en sus ordenadores. No le llevó mucho tiempo aislar y cortar aquél ataque pero ya la habían localizado en la red, ya solo era cuestión de tiempo que todos los demás dejaran de rastrear y se concentraran en ella. La música sonaba mientras el ataque de Haxor se convertía en defensa. Estaba preparada para ése punto y dedicó buena parte de su tiempo a desviar a los tecnócratas hacia callejones sin salida.

De entre todos los ciberdefensores había uno especialmente molesto llamado System32, estaba en todas partes aunque no había empezado a actuar hasta hacía apenas unos minutos. Desde que empezara se había convertido en un problema, desarticulaba y eliminaba todo el trabajo de Haxor.

A duras penas, Haxor, estaba consiguiendo mantener el control sobre las instalaciones isleñas y si no paraba a System32 tendría graves problemas. Se abrió un cuadro de diálogo en la que aquél tecnócrata le presentaba sus respetos:

“Saludos, Intruso. Llevo un rato examinando tus métodos y debo decir que son loables, he aprendido mucho de ellos, pero no son lo suficientemente buenos como para que te libres de que te encontremos. Pese a todo sería para mí una gran decepción para mí que te capturaran puesto que tu habilidad es merecedora de un combate singular para poder enfrentar tus habilidades a las mías.

Esta comunicación no quedará registrada. Calculo que en unos 30 minutos como máximo localizaremos tu escondrijo pese a tu fervorosa defensa, para entonces te recomiendo que estés lo más lejos posible de tu ubicación actual”

Haxor no pudo evitar reírse mientras continuaba su labor. No se iría, los demás podían necesitar esa media hora y estaba decidida a alargar esos 30 minutos hasta alcanzar los 60. ¿Qué se creía aquél tecnócrata? ¿Qué podría torearla? Mantener los dos frentes abiertos, el ataque y la defensa, era ciertamente un derroche de energía. Si se concentraba en defenderse podría pasarse algunas horas más cómodamente sentada entre sus máquinas mientras se burlaba de los que la buscaban, pero aquello significaría que dejaba vendidos a sus compañeros. Era consciente de que en cuanto los tecnócratas isleños recuperaran sus sistemas se darían cuenta de que algo pasaba con sus aliados tradicionales y enviarían ayuda lo que no les daría muchas opciones de supervivencia, por no decir de éxito.

Por otra parte, abandonar la defensa le permitiría causar grandes destrozos en los sistemas del enemigo, pero el tiempo para encontrarla se reduciría a una cuestión de pocos minutos, con lo que el resultado final sería el mismo.

Se daba cuenta de que aquello había sido un suicidio desde el principio. Sola no podría aguantar mucho tiempo más, pero ya daba igual. Habían pasado cerca de tres horas desde que empezara todo, se había asegurado un buen puesto entre los mártires de los adeptos. Cada minuto que alargara aquello sólo la haría mejorar su posición y aumentaría la información útil que sus compañeros de tradición estaban recibiendo.
Los tecnócratas estaban intensificando su ataque, Haxor apenas daba abasto y ya ni la música mejoraba su humor. Se había sumido en una concentración absoluta y la ansiedad que sentía crecía. Se odiaba a sí misma por no ser lo suficientemente rápida para frenar a todos sus atacantes. Podía con ellos, sólo tenía que ser más rápida y poder escribir varias cosas distintas a la vez.

Se concentró y en unas pocas líneas de programación conjuró un bot-clon que se encargaba de la defensa. Con unos pocos cálculos más también se aceleró. Mantener aquellos dos hechizos la agotaría más rápidamente, pero dotaría de mayor solidez y por unos momentos los tecnócratas dejaron de ganar terreno. Aún no habían alcanzado ningún archivo vital, todo lo que tenían era un caos de información encriptada, inconexa e incompleta que de poco les serviría.

El ataque estaba alcanzando su punto álgido y Haxor se acercaba a los archivos centrales de las construcciones isleñas. Esos archivos habían sido su objetivo real desde el principio, los únicos que contenían las copias completas de todos los informes que hicieran referencia a las capillas destruidas y a sus miembros. Aquéllos archivos eran los que necesitaban para terminar de descubrir el alcance de la traición.
Pronto se hizo manifiesto que un único bot-clon no bastaría, necesitaba más manos. Se concentró de nuevo. Haxor estaba sudando copiosamente, por el esfuerzo y por la elevada temperatura que estaba alcanzando la habitación, y seguía en aumento.

Estuvo tentada de pedir ayuda para ganar más tiempo, el cansancio la estaba ganando y no resistiría mucho más, pese a estar llegando ya a la cuarta hora desde que empezara. Su orgullo, el mismo que la había llevado a aceptar aquella tarea suicida le impidió llegar a pedirla. Sería una leyenda y una leyenda trabaja sola.

El segundo bot se encargaba de ayudar al primero mientras ella seguía avanzando con lentitud por los sistemas tecnócratas. System32 le estaba poniendo las cosas difíciles, imposibles si no se hubiera encargado de aislar o apagar los suficientes programas al principio. System32 los estaba intentando recuperar y en algunos casos lo había conseguido, incapacitada para volverlos a tomar Haxor trataba de dañar el código y la configuración. Se dio cuenta de que, por absurdo que pareciera, los cambios menores de configuración eran lo que más daño le hacían a System32, quien al parecer buscaba las cosas más enrevesadas.

Con ello Haxor se destensó un poco y dedicó unos minutos a causar el caos entre las configuraciones básicas de los sistemas básicos. Tras ello reanudó su asalto a los archivos centrales cuyas defensas seguían intactas.

Destensarse fue un error, perdió parte de la concentración y ahora System32 había dejado de tratar de recuperar el control de la construcción isleña para unirse al asalto de los propios sistemas de Haxor.

Aquello acababa de convertirse en una carrera contrarreloj, Haxor se lanzó con todo y consiguió romper las defensas del sistema central. Apenas unos nanosegundos después los tecnócratas rompían las suyas.

Haxor escupió a un lado y activó el protocolo que tenía preparado para aquél preciso instante, sin saber cuanta información había conseguido robar a la tecnocracia ni cuanta información le había robado esta a ella.

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