Se encaró a María y la miró gravemente:
-
Morríghan, tienes que
matarme.
-
¿Qué? - María no entendía a Miles.
-
En mi estado, pronto
volveré a caer en silencio, ya estoy cayendo. – dijo Miles. – Y esta vez será
para no volver a levantarme.
-
Pero… - Objetó
-
Ya has visto lo que he
hecho, no quiero convertirme en eso.
-
Yo no quiero…
-
No se trata de lo que
quieres, sino de lo que debes – la cortó con contundencia, mientras el llameo
de sus ojos seguía oscureciéndose. – Y sabes que debes darme muerte, estoy más
cerca de la corrupción de lo que debería y si no lo haces me perderé
irremediablemente.
María asintió, temblorosa.
-
Estas son mis últimas
órdenes, acaba conmigo y acaba con Iris, cueste lo que cueste. Ella es una
Nefanda ahora, la esencia misma de la corrupción. – Miles sonrió, el viento volvía
arreciar cada vez con más fuerza a su alrededor. – Y por lo que más quieras, no
dejes que te embelese con sus cantos.
María bajó la mirada y preparó el arma, comprobó el
cargador y quitó el seguro. Lo hacía con lentitud deliberada tratando de reunir
el valor. Asió la pistola con ambas manos, el pulso le temblaba. Apuntó a Miles
al corazón y lo miró con lágrimas en los ojos.
-
No puedo…
-
Eres una Euthanatos, haz
tu trabajo. – Miles sonrió justo antes de sumergirse de nuevo en los abismos de
la locura.
La joven maga bajó la cabeza, cerró los ojos y suspiró
profundamente. Cuando alzó de nuevo el rostro su pulso ya no temblaba, sus ojos
estaban secos, su mirada decidida. Apretó el gatillo una, dos y hasta tres
veces. Miles recibió los disparos con los brazos abiertos, sin perder la
sonrisa. Mientras caía las llamas de sus ojos desaparecieron, el viento amainó
y las sombras a sus pies desaparecieron. Chocó con su espalda con la pared y se
deslizó por ella dejando un rastro de sangre hasta quedar sentado. Dirigió una
última mirada, vidriosa, hacia María y abrió la boca para decir algo, pero
nunca se podría saber qué.
María se acercó hasta él y, tal y como le enseñara Dís,
se arrodilló a su lado, le cerró los ojos y puso una moneda en su boca.
-
Kazaríste ten psijé sas
ta eleuzera kanália.
Pronunció aquellas palabras que le enseñó Dís. No sabía
que significaban, pero puso las manos en forma de cuenco y las tendió hacia el
mago caído en forma de ofrecimiento. Una luz de un verde malsano salió de la
boca del muerto y se materializó entre sus manos con la forma de un eslabón de cadena,
idéntico a los eslabones de las cadenas que Dís usara antes de morir.
Finalmente el eslabón se desvaneció y María se levantó.
***
Alanna había llegado apenas unos minutos atrás al
edificio. Desolada miró como la muerte se había cebado con tantos hombres,
muertes por efecto de la magia de un loco. Los aspersores de agua habían
apagado el incendio hacía tiempo, pero los rastros del mismo eran evidentes. No
había acudido nadie a socorrer a los heridos.
Minutos antes había sentido que su destino se truncaba de
nuevo, había sentido el vacío que aquello había provocado, pero aún quedaba
mucho por hacer. No sabía que había ocurrido allí, no sabía el motivo de tanta
muerte pero sí sabía que una corrupción más allá de lo imaginable había huido,
había conseguido escapar. Avanzó de habitación en habitación sanando a los
pocos que podían ser sanados y terminando con el sufrimiento de los que no.
Avanzó hasta que encontró un ascensor y se metió en él.
Bajó piso por piso hasta que encontró una sala repleta de
resonancias oscuras, observó a una joven, que aparecía en sus sueños, arrodillada frente a un mago muerto. Vio como una
luz verde salía del cuerpo del caído y se ligaba a la joven. Sus miradas
coincidieron, oscuros los ojos de una, claros los de la otra. La joven de
cabellos y ojos oscuros se acercó a ella y se miraron detenidamente.
-
Debemos irnos de aquí,
llegarán muchos tecnócratas en poco tiempo y preferiría no encontrármelos.
Alanna asintió:
-
Soy Alanna, de los
Verbena.
-
Morríghan, de los
Euthanatos.
No necesitaron decirse más, al encontrarse ambas habían
sentido una gran calma y paz, conscientes de que todo lo que había ocurrido
había sido para que aquél encuentro se pudiera producir.
Tras subirse de nuevo al ascensor y volver a la planta
por la que habían entrado, salieron por la puerta que Miles había reventado.
Lejos, en el horizonte, el sol despuntaba ya lanzando sus primeros rayos de
luz rojiza.
-
Tras las nuits oscuras llega la luz que despeja
las sombras del futuro. – Sonrió Alanna con su fuerte acento.
-
La oscuridad siempre acecha, profunda,
especialmente cuando la luz es más fuerte. – Respondió María.
Y la luz de aquél amanecer era fuerte, deslumbrando a
María, cuyos ojos se habían acostumbrado a la penumbra del interior del
edificio. Rebuscó en sus bolsillos y extrajo las gafas de sol que habían
pertenecido a Miles. Se las colocó con cuidado tras inclinar levemente la
cabeza mientras lo hacía. Al alzar de nuevo el rostro aquellas gafas
conjuntaron con su expresión grave.
Suspiró.
Finalmente las dos jóvenes se encaminaron hacia la ciudad
para perderse por sus calles mientras el sol se levantaba sobre una ciudad que
ignoraba los hechos que se habían vivido aquella noche.
Has...
ResponderEliminarMatado...
A...
Miles...
ODIO SARRACENO!!!!!
No si... al final resultará que Miles caía bien ¬¬
ResponderEliminarPero que quieres que te diga, su muerte estaba programada desde que empecé a escribir Magi ^^
*-*
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